Decreto-ley del presidente del Reich para la protección de la nación y el Estado. Del 28 de febrero de 1933.

"A tenor del artículo 48, párrafo segundo de la Constitución del Reich, y con objeto de impedir los actos de violencia comunistas que ponen en peligro la existencia del Estado, se decreta con carácter de ley lo siguiente:
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1. Quedan derogados hasta nueva orden los artículos 114, 115, 117, 118, 123, 124 y 153 de la Constitución alemana. Por consiguiente, se puede coartar la libertad personal, el derecho de libre expresión del pensamiento, incluida la libertad de prensa, de reunión y asociación: intervenir las comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas; disponer registros domiciliarios y confiscaciones, así como limitaciones de la propiedad, también más allá de los límites fijados en estos artículos. (...)"

Supresión de los derechos y libertades individuales

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El 28 de febrero de 1933, el Decreto-ley del presidente del Reich para la protección de la nación y el Estado, derogaba artículos de la Constitución alemana con objeto de impedir los actos de violencia comunista, evitando así una posible revolución proletaria. Este decreto establece la supresión de las libertades y derechos del individuo, que es subordinado al Estado. Se coarta la libertad de expresión del pensamiento, de prensa, de reunión y asociación. El Estado interviene en las comunicaciones postales, telegráficas y telefónicas; y limita la propiedad, disponiendo de registros domiciliarios y confiscaciones.

Este decreto fue implantado por el presidente del Reich Paul von Hindenburg durante el segundo periodo de la República de Weimar, en la que Adolf Hitler fue nombrado como canciller por Hindenburg en enero de 1933. Este nombramiento se produjo como consecuencia de la derrota de los nacionalsocialistas en las elecciones de 1932, por lo que se inició una situación de violencia callejera y una incapacidad, por parte de los gobiernos de la República, para gobernar con la aprobación del Reich. En definitiva, el objetivo de este decreto-ley era frenar el temor de los nacionalsocialistas a la posible revolución social causada por la influencia de la Revolución Rusa, ya que era percibida por los regímenes liberales como una amenaza; por lo que se implanta un estricto control social y desde el poder se organiza la vida cotidiana.

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El hecho más relevante del control social fue el de la quema de libros durante el régimen Nazi en la Alemania de Hitler acaecido en el Bebelplatz en Berlín, el 10 de mayo de 1933. Aquella noche, 20.000 libros seleccionados por los nazis por sus “contenidos antialemanes” fueron arrojados a una inmensa hoguera en la que se consumieron, además de innumerables escritos de autores judíos.


Obras de Marcel Proust, H. G. Wells, Jack London, Thomas Mann, etc., fueron arrojadas a las llamas. Casi al mismo tiempo, otras quemas masivas se sucedían en Bonn, Frankfurt, Bremen, Hannover y muchas otras ciudades alemanas entre consignas como: “contra la decadencia moral” y “a favor de la disciplina, la decencia y la nobleza del alma humana”.